La parábola del monje y el poderoso ministro del rey
Érase una vez dos buenos amigos de la niñez que, al crecer, tomaron caminos diferentes en la vida. Uno de ellos se convirtió en un humilde monje, mientras que el otro se convirtió en el poderoso ministro del rey.
Pasaron los años y un día, por casualidad, se reencontraron. Ambos amigos se pusieron al día sobre los acontecimientos que habían pasado en sus vidas.
En medio de la conversación, el bien vestido ministro sintió compasión por el flaco y andrajoso monje, y buscando ayudarle, le dijo: «Sabes amigo, si pudieras aprender a atender al rey, no necesitarías vivir de arroz y frijoles».
El monje, con humildad, respondió: «Si pudieras aprender a vivir de arroz y frijoles, no necesitarías atender al rey».
Encontrándose entre dos extremos
La mayoría de nosotros nos encontramos entre estos dos extremos. El ministro, gracias a su trabajo para el rey, tiene dinero y una alta posición social, pero a costa de su libertad. Para mantener su puesto, no puede hacer lo que se le antoja. Debe obedecer rápidamente las órdenes que recibe y pasa gran parte del día trabajando.
El monje, por otro lado, no depende de nadie y es libre para hacer uso de su tiempo como él quiera. Sin embargo, esto implica renunciar a las comodidades, lujos y demás beneficios que se pueden comprar con dinero.
Algunos podrían decir que es imposible tener ambas cosas: la galleta y comerla. Tener dinero y tiempo. Pero quizás la clave no es renunciar a todas las comodidades que nos ofrece el mundo. Sería difícil e incluso imposible en ocasiones. La clave está en aprender a vivir con lo que ya tenemos y luego decidir qué más queremos hacer. ¿Nos acercamos a vivir la vida del monje o del ministro?
¿Y tú, más cerca de cuál de los dos extremos te encuentras? ¡Espero tus comentarios!