Una lección de finanzas de mi padre
Cuando tenía 7 años, le pedí a mi padre que me comprara un juguete. No importaba cuánto costara, solo lo quería. Mi padre, con una sonrisa en el rostro, me respondió: «Hijo, a partir de ahora lo haremos de manera diferente». Me explicó que cada dos semanas me daría 50 pesos y yo sería el encargado de administrar ese dinero. No tendría que pagar por dulces o juguetes, ahora sería responsabilidad mía. Sentí orgullo por la confianza que mi padre depositaba en mí y acepté el reto.
Aprendiendo a ahorrar
Después de dos semanas, fui con mi padre y le pedí más dinero para comprar otro juguete, esta vez de 80 pesos. Mi padre me preguntó qué había hecho con los 50 pesos que me dio anteriormente, y confesé que los había gastado en dulces. Comprendí entonces que si el dinero de la quincena no me alcanzaba para lo que quería, debía guardarlo y esperar hasta tener suficiente. Mi padre me entregó nuevamente 50 pesos y me regaló una alcancía.
Pasaron dos semanas más y, con el nuevo ingreso, ya tenía 80 pesos, suficiente para comprar el juguete que deseaba. Sin embargo, me di cuenta de que en realidad quería una bicicleta, pero era más cara y estaba fuera de mi presupuesto. Fui a hablar con mi padre y le expliqué mi dilema.
La paciencia y el ahorro
Le pregunté si podía ayudarme a pagar una bicicleta y, para ello, necesitaba ahorrar 520 pesos más. Mi padre me planteó que si me daba 50 pesos cada dos semanas, necesitaría recibir al menos 11 pagos más para alcanzar los 600 pesos necesarios. Me pareció mucho tiempo, pero mi padre me recordó que la paciencia era necesaria para obtener cosas buenas en la vida.
Para ayudarme en mi objetivo, mi padre me entregó un cuaderno en el cual debía anotar la cantidad de dinero que recibía y los gastos que realizaba. Cada quincena, revisaba cuánto dinero me faltaba para alcanzar los 300 pesos y, con la ayuda de mi padre, logré comprar la bicicleta en cuatro meses. Aunque ha pasado mucho tiempo desde entonces, nunca dejé de revisar mis gastos y planificar mis futuras compras.
Una lección que me sirvió a lo largo de mi vida
Años más tarde, cuando empecé a trabajar y ganar mi propio dinero, pude comprar mi primera computadora, luego una motocicleta y finalmente mi primer coche, sin necesidad de endeudarme. Agradezco a mi padre por enseñarme la importancia del ahorro y la paciencia para adquirir cosas buenas en la vida.
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