¿Es realmente la apariencia lo más importante?
Jenny, una mujer de 29 años, y su esposa Louise, de 32, viven actualmente en la ciudad de México. Ambas tienen educación universitaria y trabajan para el gobierno, teniendo un buen sueldo, muy por encima del promedio. Poseen una bonita casa, celulares de última generación, ropa de marca y conducen un auto del año. Son ese tipo de personas que admiramos y pensamos «Ojalá tuviera su auto, su trabajo, y por qué no, su casa». Pero lo que nadie puede ver es el estado de sus cuentas.
Tienen una hipoteca de 22.000 dólares, 40.000 dólares en préstamos estudiantiles, 22.000 dólares en tarjetas de crédito, 8.000 en préstamos de auto y otras deudas. Sus deudas ascienden a un total de 105.000 dólares, donde casi el 80% corresponde a deudas de consumo. Mientras muchos envidian su vida de ensueño, un vagabundo que vive en la esquina de su calle es más rico que ellos, al menos hablando de su valor neto. Nuestro patrimonio neto es igual a lo que tenemos menos lo que debemos.
Por supuesto, Jane y Louise tienen posibilidades de salir adelante, ya que tienen una buena fuente de ingresos. Sin embargo, el 60% de su sueldo se va en pagar las cuotas de los préstamos. Para salir de esta situación, necesitarían reducir sus gastos, lo que implica cambiar algunos hábitos: quizás renunciar temporalmente a algunas comodidades, dejar de comprar ropa lujosa, dejar de cambiar de celular cada año, entre otros.
El problema es que no están dispuestos a hacerlo. Quizás algún día tengan que hacerlo a la fuerza, cuando ya no tengan otra opción. A menudo sobreestimamos la felicidad que nos dará vivir en una casa grande y lujosa, la comodidad de un coche nuevo comparado con uno usado, o un título universitario, porque sobreestimamos lo que podremos ganar o lograr con dicho título.
La importancia del título universitario
Mientras que un alto porcentaje de los graduados no trabaja actualmente en su profesión, muchos sin título ganan más que ellos. No me malentiendas, claro que es mejor tener un título que no tenerlo, siempre y cuando sea en la profesión que nos guste y que nos abra puertas profesionales, y que además no implique vender los próximos diez años de tu vida trabajando como un esclavo para pagar una deuda estudiantil.
El punto es que alrededor de nosotros viven muchas personas que aparentan tener una vida exitosa y sin preocupaciones, mientras que por las noches lloran pensando cómo pagar las cuentas. No seas una de ellas y no envidies a nadie antes de conocer todas las circunstancias. Recuerda que las apariencias engañan.
Si esta historia te resulta familiar o conoces a alguien en esta situación, compártelo con tus amigos. ¡Saludos y hasta el próximo artículo!